14 de diciembre de 2010

Súplica....

Ahí estaba yo.
Era la una de la madrugada de un día del mes de diciembre y sostenía con las dos manos la frágil puerta que golpeaba el viento sin ninguna compasión.
Con cuidado, abrí la puerta y revisando mis pasos para no resbalarme entré los muebles viejos que adornaban aquella entrada al jardín que me había gustado tanto un día.
El hombre del clima había predicho una fuerte tormenta y para variar, esta vez parecía haber tenido la razón.
Los trapos descoloridos amarrados a los espaldares de las sillas se contoneaban al ritmo del rugir del viento y la lluvia, aunque era poca, era molesta porque parecía venir de todas las direcciones menos de arriba.
Cuando todo estuvo a salvo adentro, me deslicé sin quererlo a la puerta y aguante la respiración por unos segundos mientras todo mi mundo se me derrumbaba ladrillo a ladrillo.
No entendía que estaba pasando.
Cómo había terminado así ??
Debería ser fuerte y estar de pié en la helada lluvia, bajo el sol ardiente, firme ante la tempestad... pero no podía...
De pronto me vi en mis rodillas con mis manos sujetando mi rostro mientras por mis dedos las lagrimas rodaban hasta llegar a mi pantalón.
No entiendo en que momento perdí la fuerza.
Las piernas ya no me respondían y en ese momento ya no era y yo, y ya no estaba aquí.
Dios, regalame un poco de fuerza, ayúdame a encontrar paciencia en donde he visto la desesperación de mi alma, ayúdame a ver el camino que por ratos se hace oscuro, ayúdame que siento perderme dentro de la espera de este largo día, que al arecer nunca acaba.

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