En 1900 Lyman Frank Baum, imaginó un mundo donde “El maravilloso Mago de Oz” parecía ser un personaje que podía llegar a ser algo temible.
Todo parecía muy tranquilo al comenzar a seguir aquel camino en espiral tan sencillo, con compañía tan agradable, con confianza, certeza y decisión para llegar hasta el final.
Demasiadas pruebas extrañas para poder regresar a casa.
Comenzar como estudiante de Ingeniería para mí, fue exactamente igual que para Dorothy emprender la búsqueda del camino que la llevaría de vuelta a casa..
Encuentra uno siempre Espantapájaros, Hombres de Lata, Leones (algunos cobardes, algunos no… tanto), Brujas buenas y malas (Del norte, del sur, del este, del oeste, en los parciales, en las exposiciones), algunos Totó que están siempre en las buenas y en las malas, en los paros y en las madrugadas.
109 años después, veo cuánta razón tenía Lyman cuando decidió contarle al mundo como era la vida, las cosas que aprendemos a valorar en el camino del “Gran Mago”, las veces que nos perdemos, en algunas ocasiones tal vez un poco de angustia, Como cuando uno al final corre la cortina y se da cuenta que nunca hubo nada a lo que tenerle miedo, pues por mas grande y temerosa que parezca una idea, uno siempre, siempre, puede salir triunfante si se lo propone.
Más mundos con brujas, magos y personajes místicos me esperan luego de haber conquistado este sueño, que resulta, un poco ajeno.
Doscientos dos millones ciento setenta y seis mil (202’176.000) segundos fue el tiempo que me tomó convertirme en una Ingeniera; Entender que las decisiones que tomamos y los proyectos que emprendemos acaban bien solo cuando nos los proponemos me tomó setecientos setenta y siete millones seiscientos mil (777’600.000) segundos; Pero finalmente el único segundo que cuenta es el que me tardaré en ponerle punto final a esta historia.
Y así, siguiendo claramente las instrucciones de Glinda, golpéo 3 veces mis talones mientras repito las palabras: “No hay lugar como el hogar” …
Click, click, click.
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